Estaba dejándome llevar por una
música de piano y permití que entrara por mis oídos ya que no podía verla.
Llegó al centro de mi ser
viajando por recovecos inimaginables que no se conocen pero se sienten y los
latidos del corazón se fueron acompasando a su ritmo. Todo el cuerpo asimiló la
armonía: los pulmones cumplían su tarea de absorber en la inspiración el aire
de la vida y de expulsar el dióxido de carbono.
¡Qué maravilla si fuéramos
conscientes de su trabajo para acompañarlos, para cantar el momento al unísono!
¡Qué lugar más acogedor es el interior del cuerpo humano! lleno de ríos y ríos
de sangre que navegan constantemente: sangre salada como el mar y las lágrimas
que se deja influir por la luna cuando redonda saluda al cielo. Sangre
tranquila y sangre de mareas vivas.
Los vericuetos como caminos te
llevan adelante en esa aventura que es adentrarte en tu cuerpo donde duermen
sensaciones apagadas de un tiempo pasado o por venir, tensiones de parto,
gritos de alegría, ojos que miran fuera pero ven hacia dentro. Palabras nunca
dichas, silencios inmensos en los que todo se expresó.
Conchita Llaguno Aróstegui
Ole Conchita, qué hermoso
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