miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA ABUELA


Esto es el acabose!, la fin del mundo, la guerra del 14!, y resoplaba dejando salir de su boca un sonido semejante a un motor estropeado que intenta arrancar.

A la vez, se podían escuchar golpeteos de abanico contra su pecho, rápidos, breves, fuertes, como queriendo provocar un huracán de aire fresco. ¡El acabose!!

Cierto es que el calor tremendo del verano hacía fundir hasta el asfalto de las calles, no volaban ni las moscas. Y ella, inmensa, a mi me lo parecía, sentada, con su camisa ligera de media manga (hija, lo elegante es no enseñar los brazos), se abandonaba a los golpes del abanico echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.

Impecable su peinado, ojos negros, piel morena que no le gustaba (hija, cuando yo era joven no se llevaba estar moreno), cuerpo ancho, muy ancho y blando. Placentero. Falda oscura, larga (no como ahora, hija, que se enseña todo), casi hasta los pies, esos pies pequeñitos, menudos, que me parecían milagrosos ¿cómo podían soportar esa enormidad?.
Era presumida y coqueta, (hija, quien tuvo… retuvo), y se reía franca, dejando que la risa explotara en su boca. Se dejaba ir entonces, simpática, contando su vida y, adornando el relato con mil y una anécdotas, nos embobaba.

Victoria

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