la sonrisa más amplia que he atravesado,
la risa más sonora que el eco ha escuchado.
Tienen la mirada franca y limpia,
las palabras más sonoras,
el juego más inocente y divertido.
Tienen ganas de saltar alto las barreras,
de correr detrás del viento y atraparlo,
de sumergirse en las aguas tras Neptuno y las sirenas.
Quieren repetir canciones,
crear melodías,
dibujar todas las figuras geométricas con sus bailes;
empujar las nubes,
hacer crecer árboles y flores,
caminar con sus pies por encima de las fresas,
refrescar sus manos con la lluvia.
Tienen tanta inmensidad, que son como dos mares
incesantes;
mueven mi voluntad con su energía
y me devuelven cansada a sus orillas;
acompaño, de momento, sus vaivenes.
Tienen todo el porvenir por caminar;
trazan en la bola del mundo caminos imposibles,
imaginan ciudades y castillos, paisajes infinitos…
Temen la locura de los hombres,
los horrores que puedan agredirlas,
temen al miedo, a los cuentos de héroes perversos;
crean monstruos cuando no pueden soñar estrellas.
Tienen
tanta dulzura, que expresan con sus brazos
abrazos tiernos, gigantescos;
tienen besos escondidos que reparten generosas
y sorprenden todavía,
con alguno guardado en el bolsillo.
Suben a lo más alto de mi vida,
exploran desde la atalaya
el devenir del tiempo y se dirigen, decididas,
a su encuentro.
Victoria
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